Presentación de "Necesaria Subjetividad"
Hemos cerrado este mes de septiembre con la presentación de "Necesaria Subjetividad" del valenciano Iván Navarro en la Librería del Kaf en el Kaf Kafé.
Se trata de un libro necesario, no porque su título nos lo diga, ni por la subjetividad, que Iván explica con acierto en su nota introductoria, en ese sentido que Nietzsche defendía de perspectivismo, subjetividad en tanto que capacidad para percibir una realidad que no es otra que nuestra propia percepción y su posibilidad para interpretarla, sino necesario por los temas que trata, cómo los trata y cómo nos lo transmite.
Es este un libro sincero y valiente, porque Iván a través de la palabra, esa que nos hace libres, pone sobre la hoja en blanco algunos temas que nos afectan de manera individual y colectiva, y sobre los que es tan necesario hablar: la salud mental, el suicidio, la depresión, las adicciones o la victimización como táctica de manipulación... pero no los enfrenta de una manera trágica ni panfletaria, sino desde la comprensión y la naturalización (Barbero p. 34-35, Salud mental p. 41, Separarse del vicio p.48). Pero este poemario aún contiene más. En mi lectura he destacado tres temas principales que tejen la trama de este tapiz poético de “Necesaria subjetividad”: la soledad y lo solitario (no son lo mismo, pero están relacionados; y la necesidad del otro) (p. 11, 12, 44, 55), el sueño y el inconsciente (p. 22, 23, 39 ), y el cuerpo y el deseo. Sobre este último aspecto me gustaría detenerme un poco más por que me ha sorprendido. Todo el libro ha sido un descubrimiento y recomiendo su lectura, por esta y otras razones, pero he descubierto en la voz poética de Iván algo que no he encontrado en otros poetas (hombres) o no es lo habitual desde la mirada masculina y es la toma de conciencia y el reconocimiento del propio cuerpo y de sus limitaciones. He dicho que el libro era valiente y sincero y lo reitero: estos poemas hablan desde la intimidad y la vulnerabilidad humana (Del ruido como extraño p. 20, cuerpo humillado 49 : me desvanecí sin vergüenza, / perdiendo el límite de la inocencia/ en aquella habitación apagada / de olor a sudor y amoniaco)). Y esto no es incompatible con otros poemas llenos de sensualidad (Elle
p. 15 Lo posible p. 19), donde el amor encuentra también su espacio (p. 16, 17). Así en “Lo posible” p. 19 dice:
Así, en el punto donde hay continuidad de nada
se asomó a mi hombro,
mordido por tu lengua,
lamido por tu talón,
dejándome caer en el codo de tu sien,
llegando a desaparecer al borde de tu pie
y aparecer, de nuevo, en el hueco de tu dedo.
Se trata de un poemario no extenso, de 56 páginas y esa brevedad es una de las virtudes del libro, ya que cuando acabas te deja con ganas de más y vuelves a reiniciar su lectura, encontrando nuevas lecturas a los versos y nuevas preguntas. Porque este libro no responde a preguntas, sino que te las plantea, de ahí la necesidad del silencio para poder dejar que esas preguntas encuentren su camino en nuestro interior, donde la palabra poética es el arma que permite adentrarse en uno mismo y en la realidad que le rodea, en el mundo que observas, la palabra nos construye como seres humanos y nos conecta y nos permite comunicarnos (Hablar de una mujer y Amar es transformarse en expresión), y en unos versos de “La semilla de los sueños” (p. 22):
Las palabras se enredan en el sueño
surcan vacíos y equívocos de vida
formando cabellos delicados que se enmarañan
en los dedos del tiempo.
Se trata de un poemario coherente con aquello que busca Iván en la poesía, separar palabra y significado, dar la posibilidad al lenguaje de decir algo diferente, jugar, romper a martillazos el propio lenguaje, como pretendía Nietzsche. Y es que tras estos poemas existe una reflexión sobre la poética y una lectura profunda de Octavio Paz, Alejandra Pizarnik, Agota Kristof, Nietzsche (aforismos), o Francis Ponge. Así destacaría como elementos característicos de su voz poética los Juegos de palabras: que evocan y desembocan en tu boca (p. 15), Quiero ser finito tocando tu cuerpo/ quiero ser finito / en la infinitud ficticia del cuerpo (p. 14), es un amor que construye , porque si no/ es un amor que constriñe (p. 17), Mi huella no depende de lo objetivo -del objeto-, / sino de aquello que se insinúa,/ de la sensualidad de la silueta /de lo puramente subjetivo: es más del subjuntivo (p. 54), Personificaciones como en el poema “La mosca”, donde ese pensamiento molesto es como una mosca que no deja de perseguirnos. Metáforas: Uno se vuelve laguna / cuando ve el reflejo borroso / y se siente solo observado por un extraño (p. 30) Aliteraciones: Vibran las olas/ donde suenan a solas (p. 29). Así como la sangría de los versos, fracturas el verso, lo rompes. Y entre todo ello el paisaje surge estos poemas como escenario para la acción, pero un escenario que da sentido al todo.
Por último, quiero retomar su afición a la fotografía (la sugerente y enigmática foto de portada es suya) porque todo el poemario está hilvanado por la mirada y las imágenes, de hecho, puede ser que el campo léxico de la visión sea el más frecuente en este poemario, por ejemplo en el poema “Horizonte”. La mirada es solitaria, porque es la mirada quien construye la realidad, la propia realidad. Así encontramos versos donde hablas de que “La mirada es compleja” ( en el poema La costumbre de mirarte p. 37), “Eres lo que espero encontrar cada vez que miro por el objetivo” (p. 32), “Se ahoga la imagen en el silencio” (p. 23), Vuelto mirada,/siendo tocado/ volviéndome temblor/ el cuerpo era con fusión al tuyo (p. 49), La ciudad en soledad encuentra cualquier reflejo/ porque es el andar del solitario / la mirada del solitario/ la respiración del solitario,/ la que da forma a la ciudad (p. 12) o en el poema “Marrón” (p. 33) que gira en torno al color, a la visión.
Y es que al igual que mira el mundo por un objetivo, su poesía pone la mirada sobre tu realidad, interrogándonos.
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